siete vidas

Vos lo buscaste y yo me dejé.
De repente me vi toda expuesta, en carne viva, y vos, que habías bajado todas mis guardias, de un solo golpe derramaste todo el alcohol sobre mi.
Todo perdió sentido y vos, sin palabras me dejaste asi, desgarrándome desde lo mas profundo.
Te di mi yo, mi mas gentil yo, mi mas amado yo y sin pronósticos del tiempo lo inundaste de huracanes.
Y me quedé en la tormenta y te quedaste en tu tormenta.
Y fue inútil pedirte algo, fue en vano tratar de escudarme en tus sentimientos. Ya no eran tuyos, ya no eran de verdad, eras simplemente un extraño, ya nada era tuyo.
Guarde en un frasquito todo lo que en mi quedaba de aquel vos, no quise tocar nada, no quise que se arruinara ni una parte, lo tapé bien cerrado y lo deje en el jardin mas hermoso y escondido de mi para que ni yo misma pudiera encontrarlo y me fui a dormir tratando de olvidarte, tratando de perderme y dormí varios meses hasta que una noche desperté y me dedique a emparchar los pedazos de mi piel que aun podían unirse y en cada puntada cerraba un poco mas la herida. Y sobreviví y me armé de vuelta y ya ni la cicatriz se ve por la cantidad de paredes que he vuelto a levantar a mi alrededor.
Y te vi, de vuelta vos, este vos que desconozco y la muralla china, toda ella se enrollo sobre mi cuerpo para evitar que vinieras a reclamarte como eras, para evitar que pudieras ver, aunque sea un poquito, de lo que hay adentro, de eso que encontraste en algún momento y sin piedad lo destruiste. Simplemente no lo merecías.
Porque soy de naturaleza tramposa y cuando nadie me mira, ni yo misma, cada tanto abro ese frasco para oler esa paz. Y vuelvo a cerrarlo, frente a mi mas represora yo misma mientras escribo cien veces en mi mente “prohibido enamorarse”.